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No te Re-inventes, mejor Re-evoluciona

Actualizado: 24 feb 2021

Desde lo posible adyacente

Nos gusta pensar que nuestras nuevas y buenas ideas se producen limpias y brillantes desde la nada, por “Eurekas”, ¡¡“Ahás!!”, actos de inspiración sublime, etc.


La realidad es que las montamos precariamente a partir de trozos desperdigados por nuestras redes neuronales, imitando o replicando a la naturaleza, de la que forman parte, de momento invisible.


La evolución natural avanza haciéndose con los recursos disponibles y reorganizándolos para crear nuevas posibilidades. La evolución así es más un “manitas” de bricolaje que un predecible ingeniero metódico.


El científico Stuart Kauffman ha dado con una expresión muy sugerente para las combinaciones innovadoras de primer orden que se dan en la biología, configurando la evolución de la naturaleza: “Lo posible adyacente”. Esta expresión condensa tanto los limites como el potencial creativo del cambio y la innovación.


Lo posible adyacente es una especie de futuro borroso, que asoma por el borde del estado actual de las cosas, un mapa de todos los caminos que puede tomar el presente para reinventarse, pero no es un campo infinito, ni un campo de juego totalmente abierto. No todo es igual de posible y desde luego no deseable. Así en la naturaleza lo posible adyacente nos dice que, en cualquier momento dado, el mundo es capaz de experimentar cambios extraordinarios, pero que solo pueden suceder ciertos cambios.


Lo extraño y hermoso de lo posible adyacente es que sus límites crecen a medida que lo exploramos.


Dentro de lo posible adyacente, cada nueva combinación da pie a combinaciones nuevas. Podemos imaginarlos como una casa que se va ampliando mágicamente a medida que abrimos puertas. Desde esa pequeña casa, al ir abriendo puertas, vamos construyendo un palacio, de posibilidades. Así todo el proceso evolutivo de la naturaleza puede contemplarse como una exploración continua desde lo micro a lo macro, de lo posible adyacente.


Este concepto de Kauffman, es especialmente sugerente ya que apunta a la continuidad entre los sistemas naturales y los creados por el hombre. Es decir ilustra una tendencia antiquísima y fascinante que comparten la historia natural y la historia humana: su incansable actividad por ir ampliando los límites de lo posible adyacente. Cada innovación de los humanos ha añadido nuevos caminos que explorar, siendo algunos sistemas más abiertos que otros a descubrir nuevas rutas. Al igual que en los arrecifes de coral, donde se dan grandes cantidades de formas de vida distintas en un espacio muy reducido, el entorno de las grandes ciudades replican esas superiores condiciones para la exploración humana y la expansión de lo posible adyacente.


Las mejores, las grandes ideas no salen de la nada, sino que se construyen sobre una serie de elementos ya existentes, de rutinas azarosas, cuya composición se expande (o en ocasiones se contrae) a lo largo del tiempo.


Las buenas ideas vienen inevitablemente delimitadas por los componentes y las habilidades que las rodean. Se construyen a partir de restos dispersos, tomamos las que hemos heredado o nos hemos encontrado por casualidad y las reorganizamos dándoles nueva forma.


Todos vivimos dentro de nuestra propia versión particular de lo posible adyacente. En nuestro entorno profesional, en nuestra vida laboral, en los proyectos que creamos, en las empresas en las que trabajamos, en la comunidad en la que vivimos…En todos esos entornos diferentes, estamos rodeados de configuraciones nuevas que resultan posibles, de nuevas formas de romper las rutinas asumidas. Abrir una puerta nueva puede llevarnos a otros lugares, otras conexiones, otros aprendizajes, otros resultados. La cuestión es inventarse formas de explorar los limites posibles de lo que nos rodea, ampliando los espacios de descubrimiento inesperados. El hacerlo o compartirlo en entornos innovadores permiten mejor que sus “habitantes” exploren lo posible adyacente, porque les ponen delante una gama más amplia y diversa de componentes, tanto físicos como digitales, mecánicos y conceptuales, fomentando la emergencia de ideas originales sobre la forma de recombinar esos componentes.


Gran parte del proceso de tener una idea pasa por descubrir que componentes tenemos disponibles y por fijarnos en que no nos estamos limitando a reciclarlos ingredientes de siempre, o haciéndolo de la misma manera.


Una nueva idea es una red de células que exploran lo posible adyacente de las conexiones (construidas genéticamente o por experiencia) que son capaces de establecerse dentro del cerebro. Cuantas más células se activan en esa red (“densidad”) y cuanto más “plástica” sea esta (capaz de adoptar configuraciones nuevas), más potente resultará esta idea, cuando aparece en el nivel consciente.



Las pautas de la innovación son en suma tácticas para reunir una colección variada de ideas que nos permitan construir, o de “repuestos de segunda mano” que podamos ensamblar con una configuración nueva.


El truco de tener buenas ideas no está en sentarse ante una mesa en glorioso aislamiento, tratando de pensar grandes cosas. El truco esta en poner más elementos encima de la mesa, en los entornos innovadores adecuados… y empezar a trastear con ellos, para dar con nuevas opciones que generen nuevo valor.


Hasta aquí he reproducido, poco creativa pero libremente y con varios matices, extractos del libro del Steven Johnson “Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación” (Ed. Turner 2011) para concluir con el encabezado de este post:


Pese a las proclamas de “Hay que Reinventarse”, que surgen de todos los rincones bien situados y que se han multiplicado en estos momentos de incertidumbre exponencial, y de la cual he participado hasta cierto punto animando y ayudando a Re-pensar, Re-diseñar y Re-iniciar la propia carrera profesional con una gestión innovadora, parece más ajustado reconsiderar el hacerlo Re-evolucionando desde lo posible adyacente.


Porque para Re-inventarse conviene seguir los caminos evolutivos de la propia naturaleza. No te limites a seguir el impulso de tu pasión. Ama lo que haces y explora los posibles adyacentes.

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